Proyecto 28mm, de JR


Fotografía: JR


No un no como respuesta a esta vida de tragedia. No hay un no y la gente igual sueña, igual llora, igual ve morir, igual renace desde sus infiernos. No hay nada sin la favela, porque ellos son ella y si uno no existe, entonces no hay nada. En la favela Morro da Providencia -Río de Janeiro- la luz no calla y son las misma personas las que van dibujando el paisaje, dando colores y matices con sus penas y alegrías.

Cuántos días habrán de pasar para que se escuchen sus historias, que, aunque sufren, no deja de abrazar con la mirada. Hay pueblos que viven en los sueños, y no exactamente por que sean soñadores, sino porque simplemente la realidad no les alcanza para reír.

Entonces llega un extraño con cámara pegada al ojo, una nube de preguntas que se une a la tormenta de la favela. El lugar es visitado por el fotógrafo JR. Todo frente a su cámara pareciera llegar con el permiso de la pertinencia. La luz, que se sabe observada por ojos atentos, se pone sus mejores galas para bailarle, le ofrece holanes de vida y salpica todo de emoción con su amarillo de amor. La favela completa siente la presencia de un amigo que ha venido a visitar su esencia. El piso le saluda, el agua le canta, las fachadas se abren a su paso y las paredes le ofrecen su piel para que ahí sucedan cosas.

Desde lejos se ve como todo mira, el observador visto por el paisaje. Los ojos son de todos y las miradas están en las paredes.

Ahí vamos

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Hace treinta años me concibió mi madre Soledad Herrera. Mucho ha pasado desde aquel 78. Desde entonces he tratado de llamarme Daniel Molina. La vida nunca será la misma, todo cambia, y cuando digo “todo” incluyo, particularmente, a ese ente llamado “yo”.
Como es de imaginarse a los treinta a uno le da por auto cuestionarse la existencia, qué si los destinos, qué si las identidade. Con mi paisana perspectiva he convenido conmigo mismo que el actual Daniel Molina es un personaje traspapelado que alguna vez se le ocurrió a Michael Goundry. No se bien cuando ocurrió, pero un día se me metió por los ojos, le gustó mi vida, y se quedó en ella. Y no me quejo, para nada, aunque admito no es sencillo lidiar con una voz interna que invita a desconocer la lógica e imanta las confusiones, pero al final es divertido. A este personaje le atrae más inventar lo que sucede que pensar en lo que pasa. Qué le voy a hacer, le gusté para quedarse.

En fin, buena parte de mis virtudes son más de él que mías: curiosidad incansable, nobleza, facilidad para la magia, caballero respetuoso, testarudo, dormilón y hombre de buen apetito. No quisiera hablar de sus defectos (presiento está escuchando), me limito a presentarlo en sociedad con su mejor cara.

Daniel, el goundriésco, el mismo que ahora silva con un gesto inexpresivo y unos segundos después, con una caricia, cuenta que feliz está.

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Se recomienda precaución

Sweet Cherry Woman, Oxford Street. London 2008.

Las sonrisas en la calle son balas perdidas que no sabemos cuántos corazones han de atravesar.

Rectificaciones

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Hace unas semanas yo pensaba que a veces pasaba de todo, ahora no lo creo. Una vocecita de sabiduría llegó a reorientar mi idea, diciéndome que si, que a veces pasaba todo, siempre.

De acuerdo, lo mágico no está a simple vista, pero está ahí, siempre. Árboles, cielo, mujeres, hombres, atardeceres, música, luces y sombras, edificios, hormigas, odio, mentira, felicidad, enojo, ira, amor…El suceso más extraordinario es la vida, y esa está aquí, en todas partes, siempre.

El dilema consiste en que sólo de vez en cuando nos damos cuenta. Me es revelador y estimulante pensar que cada día escribimos una novela, que cada que estamos en una sala de espera interpretamos una pieza de teatro perfecta, que el olor de la mañana es un perfume magistral y que cada uno de nosotros, al librar un nuevo día, sorteamos batallas napoleónicas.

Me gusta pensar eso, que a veces todo pasa
SIEMPRE
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El mundo del Messenger

No sé por qué me desagrada tener en el Messenger nombres de personas con las que nunca cruzo letras (total, si están o no da lo mismo, nunca nos comunicamos). Pero me mal vibra.

Como quien acomoda su cuarto, hoy decidí depurar mi cuenta y deshacerme de los contactos con los que nunca platico.

Ciao mudos!

Click



Creo firmemente que la fotografía es una herramienta sobre valorada, recubierta de un halo sagrado llamado arte.

Créaseme o no, la fotografía es simple.

La inmortalización que crea una foto confunde a muchos, sugiriéndoles que ese hecho, en si, ya es arte. No necesariamente. Es como si aceptáramos que al trazar una figura o al decir una frase estuviéramos creando una obra de arte. No en todos los casos. Existe un gran trecho entre representación y figura artística.

Yo no encuentro gran diferencia entre fotografía y pintura, y a ésta última no se le confiere tanta faramalla. Simplemente quien es bueno pintando es un buen pintor y quien es malo ni se le menciona, y punto. Muy por el contrario, con la fotografía uno puede ser un consagrado con tan sólo registrar bellos paisajes, o colores intensos, o la vida diaria. De acuerdo, la vida es inmensamente bella, pero ¿A caso no hace falta interpretarla para llamar a eso arte? Resulta elemental tener una postura propia ante la imagen, de lo contrario la fotografía será un mero documento representativo, tal como una radiografía o un resonancia magnética. A mi me da un poco de pudor cuando alguien traduce un bello paisaje que he retratado en una obra de arte. No necesariamente. Para ser sincero la mayoría de las veces que he fotografiado un paisaje sólo me he sentido conmovido por lo que veo y entonces lo retrato. Acepto que ahí me pongo el traje de turista. La única diferencia entre el amateur y yo es que (algunas veces) yo poseo técnica y herramientas superiores, pero de ahí en fuera el impulso es el mismo. Hace falta un discurso, una postura frente a la imagen. Hagamos a un lado la técnica, ¿Qué es lo que hace buena una fotografía? Aquí caven todos los criterios como gente existe en este mundo. Una foto es buena si te mueve, punto. Y con ese “punto” pareciera que se acaban las discusiones y dilemas, pero muy por el contrario, se multiplican. No es lo mismo una disciplina artística a un gusto propio, no es lo mismo una afición a una profesión, pido de nuevo se traspase el problema a otra disciplina, como la arquitectura. En el Blog de Ojaral hay un post fantástico, Demoliciones, donde un hombre que sueña con catedrales decide construir una tomando como cimiento y estructura sólo su pasión y sueños. Ahí está el matiz, en el momento en que confundimos la magnesia con la gimnasia y decidimos que esa fotografía/fotógrafo que nos parece tremendamente buena la consagramos como un clásico. No necesariamente.

En estos tiempos en el que hacer fotografías se acerca cada vez más al simple hecho de ver (llegará el día en que con un solo parpadeo podamos tomar una fotografía), las imágenes demando algo más que simple estética y, al mismo tiempo, pide esta última que no se olviden de ella.

No se.

Hoy amaneció lloviendo

Yo ya sabía que la lluvia no siempre es triste, pero necesitaba de este día para cerciorarme de que el agua del cielo no siempre sabe igual. He necesitado de mis pasos mojados y el viento en la cara, del silencio de las calles, del recogimiento del paisaje, de los espejos de agua, de los locales cerrados, del gris del cielo, de la gente que camina y se resigna a empaparse, de las sombrillas tristes y de las alegres, de las chamarras de capucha y las manos en los bolsillos, del agua que no cesa, de la nostalgia que se esconde en los gestos de la lluvia. He precisado de este día para soltar mi propia tormenta, para sentir de nuevo porqué es que el frío a veces calienta el alma. Me gusta esta lluvia que insiste en mojarlo todo.



Vida de Moebius

Hace unos días mi querida amiga Arúgula me escribió diciéndome estar sorprendida por mi ¨capacidad de volver a empezar¨. Valla a saber. ¿En verdad soy capaz de eso? ¿Será que he tenido muchos comienzos? ¿A caso volver es mi manía? No lo se. La cosa es que Arúgula es muy inteligente, me conoce y aparte cuando ella habla dice más de lo que aparenta, este mismo comentario es de tres bandas: Capacidad. Volver. Empezar. Y no es casual que esto se le ocurra, ella sabe que a mi historia hay que agregarle el drama de los treinta otoños. Pues bien, en atención a mi bienestar emocional he llegado una conclusión: mi vida es una banda de Moebius (este video ayuda a entender la idea).
En esencia mi historia es como todas las demás: simple. Soy una tira de papel lineal que corre hacia delante. Pero el chanfle viene después al leerme entre los detalles, al descubrírme como un ordinario sin orden, como un seguro asiduo a lo grotesco, como un fan de los finales tristes, como el melancólico que soy, como un auténtico Mr Self Destruct que se sorprende al verse devorado por si mismo. Es entonces cuando Moebius aparece y me rescata con su teoría, me salva doblando mi vida y reencontrándola con su principio y, así, me da la oportunidad de volver a empezar. Ese soy yo, un camino con dos caras opuestas pero unidas por una vuelta, una historia que se va cortando por mitades pero que al final resultan siempre estar entrelazadas. Me gusta ser una banda de papel girada, siempre girada.

Las ventanas

Veo que me obsesiona el ver. No es sorpresa, me gano la vida viendo a través de una cámara. Hace dos semanas me encontré en el metro una mirada de asombro que lamenté no haber podido fotografiar. He vuelto al subterráneo con mi cámara. He recorrido la misma ruta, pero nada, la mujer de los ojos abiertísimos no aparece. Estoy sospechando que me la inventé. Pienso esa mirada fue sólo un pretexto para fijarme en otras tantas.