Pobre vida pobre




Una buena amiga me dijo con extrema claridad que debía alejarme de mi zona de confort. Aunque me de pena, soy un aspirante a pequeño burgués. Lo pésimo es precisamente eso, que lo soy y no hago mucho por cambiar. Muy por el contrario, gasto dinero y tiempo de forma indiscriminada, como si mis fondos fueran bastos. Nada más alejado de la realidad. Y el dinero es sólo una parte de los recursos que malgasto. Tal vez el recurso que más lamentaré haber dilapidado sea el tiempo, la energía de mis años, la distribución de mis días, el destino rumbo al caño. El ímpetu por vivir lo estoy enviando directivo a la chingada, se me hace. Es un poco contradictorio, si se tienen ganas de vivir, entonces ¿cuál es el impedimento? Ninguno. Se vive igual pero resulta ser esa una vida inútil, estéril.

Al árbol que cae en medio del bosque solitario le importará poco ser advertido sencillamente porque es un árbol. Nosotros somos humanos, y uno sin los otros simplemente no existe, porque las necesidades, y tal vez los sentimientos nos mantienen conectados: todos necesitamos de todos porque sentimos, y eso es como compartir la misma sangre. Sólo por eso vivir sin compartir lo vivido es como matar media vida. Y resulta que yo he medio asesinado la mía.

Caminatas, películas, llanto, paisajes, viajes, comidas… experiencias que bien han servido para arrugar un poco más el alma pero que inevitablemente se sienten incompletas sin la compañía de alguien.

Entonces, pienso la única forma de parar mis dilapidaciones es creándome un compromiso, uno que me dure hasta la muerte y que al mismo tiempo tenga la contundencia suficiente para no ser olvidado en el día a día. Ese compromiso debe ser con mi persona, una convicción que demande atender todo mi asombro, no más y por supuesto nunca menos de lo que mi curiosidad me provea. Un sincero compromiso con los sentidos, las sensaciones que al final resultan ser el lenguaje del alma. Esa convicción personal deberá tener un destino. No sólo se trata de disfrutar de la vida, el compromiso se verá bien terminado si, y sólo si logro transmitir ese ímpetu por la vida. Al menos que mis experiencias y sentimientos encuentren oídos, ojos y piel para ser percibidos, entonces podré concluir que mi vida no ha sido malgastada.